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西语阅读:《一千零一夜》连载二 c

下载文本     瓜子少年2022-09-25 11:41:19 9400

Y CUANDO LLEGÓ LA SEGUNDA NOCHE


Doniazada dijo a su hermana Schahrazada:- “¡Oh hermana mía! Te ruego que acabes la historia del mer­cader y el efrit “ Y Schahrazada res­pondió: “De todo corazón y como debido homenaje, siempre que el rey me lo permita.” Y el rey ordenó: “Puedes hablar.”
Ella dijo:
He llegado a saber, ¡oh rey afor­tunado, dotado de ideas justas y rec­tas! que cuando el mercader vio llo­rar al ternero, se enterneció su cora­zón, y dijo al mayoral: “Deja ese ternero con el ganado.”
Y a todo esto, el efrit se asombra­ba prodigiosamente de esta historia asombrosa. Y el jeique dueño de la gacela prosiguió de este modo:
“¡Oh señor de los reyes de los efrits! todo esto aconteció. La hija de mi tío, esta gacela, hallábase allí mirando, y decía: “Debemos sacrifi­car ese ternero tan gordo.” Pero yo, por lástima, no podía decidirme, y mandé al mayoral que de nuevo se lo llevara, obedeciéndome él.
El segundo día, estaba yo sentado, cuando se me acercó el pastor y me dijo:. “¡Oh amo mío! Voy a ente­rarte de algo que te alegrará. Esta buena nueva bien merece una grati­ficación.” Y yo le contesté: “Cuenta con ella.” Y me dijo: “¡Oh merca­der ilustre! Mi hija es bruja, pues aprendió la brujería de una vieja que vivía con nosotros. Ayer, cuando me diste el ternero, entré con él en la habitación de mi hija, y ella, apenas lo vio, cubrióse con el velo la cara, echándose a llorar, y después a reir. Luego me dijo: “Padre, ¿tan poco valgo para ti que dejas entrar hom­bres en mi aposento?” Yo repuse: “Pero ¿dónde están esos hombres? ¿Y por qué lloras y ríes así?” Y ella me dijo: “El ternero que traes con­tigo es hijo de nuestro amo el mer­cader, pero está encantado. Y es su madrastra la que lo ha encantado, y a su madre con él. Me he reído al verle bajo esa forma de becerro. Y si he llorado es a causa de la madre del becerro, que fue sacrificada por el padre.” Estas palabras de mi hija, me sorprendieron mucho, y aguardé con impaciencia que volviese la ma­ñana para venir a enterarte de todo.”
Cuando oí, ¡oh poderoso efrit! prosiguió el jeique lo que me decía el mayoral, salí con él a toda prisa, y sin haber bebido vino creía­me embriagado por el inmenso júbi­lo y por la gran felicidad que sentía al recobrar a mi hijo. Cuando llegué a casa del mayoral, la joven me de­seó la paz y me besó la mano, y luego se me acercó el ternero, revol­cándose a mis pies. Pregunté enton­ces a la hija del mayoral: “¿Es cierto lo que afirmas de este ternero?” Y ella dijo: “Cierto, sin duda alguna. Es tu hijo, la llama de tu corazón.” Y le supliqué: “¡Oh gentil y carita­tiva joven! si desencantas a mi hijo, te daré cuantos ganados y fincas ten­go al cuidado de tu padre.” Sonrió al oir estas palabras, y me dijo: “Sólo aceptaré la riqueza con dos condiciones: la primera„ que me ca­saré con tu hijo, y la segunda, que me dejarás encantar y aprisionar a quien yo desee. De lo contrario, no respondo de mi eficacia contra las perfidias de tu mujer.
Cuando yo oí, ¡oh poderoso efrit! las palabras de la hija del mayoral, le dije: “Sea, y por añadidura tendrás las riquezas que tu padre me admi­nistra. En cuanto a la hija de mi tío, te permito que dispongas de su san­gre.”
Apenas escuchó ella mis palabras, cogió una cacerola de cobre, llenán­dola de agua y pronunciando sus con­juros mágicos. Después roció con el líquido al ternero, y le dijo:' “Si Alah te creó ternero, sigue ternero, sin cambiar de forma; pero si estás encantado recobra tu figura primera con el permiso de Alah el Altísimo.”
E inmediatamente el ternero em­pezó a agitarse, y volvió a adquirir la forma humana. Entonces, arro­jándome en sus brazos, le besé. Y luego le dije: “¡Por Alah sobre ti! Cuéntame lo que la hija de mi tío hizo contigo y con tu madre.” Y me contó cuanto les había ocurrido. Y yo dije entonces: “¡Ah, hijo mío! Alah, dueño de los destinos; reser­vaba a alguien para salvarte y salvar tus derechos.”
Después de esto, ¡oh buen efrit! casé a mi hijo con la hija del mayo­ral. Y ella, merced a su ciencia de brujería, encantó a la hija de mi tío, transformándola en esta gacela que tú ves. Al pasar por aquí encontré­me con estas buenas gentes, les pre­gunté qué hacían, y por ellas supe lo ocurrido a este mercader, y hube de sentarme para ver lo que pudiese sobrevenir. Y esta es mi historia.”
Entonces exclamó el efrit: “Histo­ria realmente muy asombrosa. Por eso te concedo como gracia el tercio de la sangre que pides.”
En este momento se acercó el se­gundo jeique, el de los lebreles ne­gros, y dijo:

 
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